El Remedio para la Adicción

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Por: Dolly Martin

Un padre compartió conmigo la carga que siente por su hijo de 19 años que se pasa jugando video juegos. El joven está matriculado para comenzar la universidad este mes, pero no quiere asistir porque dice que le asusta el gentío y lo desconocido. El año pasado cuando se graduó de la secundaria llenó algunas aplicaciones para empleo, pero nadie lo contrató. Este joven sufre de baja auto estima y el único lugar donde se siente a gusto es frente a su computadora jugando juegos.

¿Qué puede hacer un padre cuando tiene un hijo adicto a los videojuegos? Es una situación muy vergonzosa para él y no sabe la manera de ayudar a su hijo. Los videojuegos son algo del siglo veinte, así que no encontrará un ejemplo de alguien con este problema en la Biblia, pero las adicciones no son un fenómeno nuevo. Eclesiastés 1:9-10 dice, “La historia no hace más que repetirse; ya todo se hizo antes. No hay nada realmente nuevo bajo el sol.  A veces la gente dice: «¡Esto es algo nuevo!»; pero la verdad es que no lo es, nada es completamente nuevo”. (NTV)

Pidiendo ayuda de la iglesia

La Biblia habla de gente ociosa que prefería quedarse cómodamente en casa en vez de salir a ganarse la vida y proveer para su familia. Éstos se acercaban a las iglesias para pedir ayuda financiera de los hermanos y resultaban ser una carga para las iglesias del primer siglo. El apóstol Pablo se dirige a ellos y dice, “Los que no están dispuestos a trabajar que tampoco coman” (2 Tesalonicenses 3:10, NTV).

Inspirado por el Espíritu Santo, Pablo ofrece una solución difícil pero práctica para aquellos que quieren vivir desenfrenadamente y aprovecharse de la generosidad de otros. Pablo les dice a los creyentes que muestren “amor firme” con esta gente y que les dejen pasar hambre. Muchos de nosotros diríamos que esto es muy despiadado, pero si analizamos este remedio de Dios para el adicto, tiene sentido.

El hambre nos motiva

El hambre es un poderoso motivador a la acción. Cuando tenemos hambre inmediatamente buscamos algo para satisfacer esa necesidad con alguna comida que nos apetece. Si ignoramos las primeras señales de hambre que nuestro cuerpo manda a nuestro cerebro, otros indicadores se activan y pronto todos los órganos de nuestro cuerpo se unen para avisarnos que hay una necesidad urgente de sustento. Nuestro estómago comienza a gruñir, nos ponemos irritables, fatigados, y nos da un dolor de cabeza. Es imposible ignorar por mucho tiempo el mensaje que nos está enviando nuestro cuerpo. Sin alimento, morimos. Comer no es una opción, es una necesidad.

No es necesario insultar, argumentar, o castigar a alguien que tiene hambre para que coma. Su propio cuerpo se encarga de “convencerlo” de que debe buscar alimento. Él mismo está sufriendo los efectos de su decisión y él sabe cómo satisfacerlo.

Negando ayuda

De la misma manera, cuando un miembro de la familia (sea varón o hembra) se está dejando consumir por una adicción, cualquiera que sea, la familia debe dejar que éste sufra las consecuencias naturales de su adicción. Si no quiere salir a buscar un trabajo, Dios autoriza a la esposa, madre, y aun a la iglesia a que no le den de comer. En poco tiempo, el estómago vacío le motivará a dejar su adicción, aunque sea solo para llenar su estómago hambriento.

Las esposas que salen a buscar un trabajo para proveer comida para su familia cuando sus esposos se gastan todo su cheque en el juego, la botella o la droga son valientes y dignas de reconocimiento, pero los alimentos son para ella y sus hijos. Si ella alimenta a su esposo, ella se convierte en facilitadora de su pecado.

Dios recoge los pedazos

Cuando nosotros neciamente seguimos tomando decisiones y caminos que nos llevan a la destrucción, el Señor nos advierte, nos llama la atención, y posiblemente nos rescate algunas veces. Pero eventualmente, Él deja que nuestra vida termine en un naufragio esperando que eso nos lleve a buscarlo a Él. Dios sabe que algunos no lo buscarán a no ser que se les haya acabado todo otro recurso, y Dios está allí para recoger los pedazos quebrados de nuestras vidas.

Ya sea que usted es un adicto o sufre por las malas decisiones de aquel que es esclavo a un mal hábito, hay ayuda en Cristo Jesús. El murió para borrar sus pecados y darle una vida nueva. Jesucristo dijo, “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35, RVR 1960). Acuda al Señor hoy. Él le limpiará y llenará el vacío de su corazón con Su persona.