Por: Miguel Jacinto
El concepto de los “padres” o patriarcas, es fundamental para comprender la identidad teológica de Israel. Abraham, “nuestro padre Abraham”, ocupa un lugar preeminente como el primero de los patriarcas y como el paradigma de la fe en el Dios viviente.
El padre de la obediencia
La narrativa de Abraham en Génesis no solo introduce al personaje, sino que también revela el carácter de Dios y su forma de relacionarse con la humanidad a través del pacto. En Génesis 12:1-3, Dios llama a Abraham con un mandato radical: “Vete de tu tierra”, un llamado que implica una ruptura con el pasado y una apertura a una promesa divina. Esta obediencia sin reservas se convierte en el fundamento de su relación con Dios.
Heredero de la gracia de Dios
El “pacto entre las partes” en Génesis 15 profundiza esta relación. Aquí, Dios establece un pacto unilateral de gracia, sellado con sangre, que garantiza a Abraham una descendencia numerosa y la posesión de la tierra. La fe de Abraham, “y creyó en el Señor, y le fue contado por justicia” se convierte en un modelo para las generaciones futuras (Romanos 4).
El padre intercesor de las naciones
Abraham también encarna la figura del intercesor. En Génesis 18, intercede por Sodoma, revelando un corazón justo y misericordioso. Este episodio muestra que el llamado patriarcal no es individualista, sino profundamente comunitario: ser bendición para las naciones implica asumir responsabilidad por el otro.
Imitadores de la fe de Abraham
Los patriarcas, comenzando con Abraham, no son solo figuras del pasado, sino cimientos vivientes de la identidad del pueblo de Dios. A través de Abraham, aprendemos que la paternidad espiritual no se hereda por sangre sino por fe y obediencia. Su legado nos desafía hoy a vivir como hijos e hijas de Dios, portadores de la bendición en un mundo necesitado de redención. ¡Feliz Mes de los Padres!