Por el gozo puesto delante de Él

Por: Dolly Martin

Cuando estamos pasando por una situación dolorosa, es fácil caer en el desánimo y pensar que nunca saldremos de ella. La esperanza es algo que nos mantiene con vida y si la perdemos nos enfermamos emocional, espiritual y físicamente. ¿Pero qué podemos hacer para evitar deslizarnos hacia el pantano de la desesperación?

Encontramos la respuesta cuando examinamos la manera que nuestro amado Señor Jesucristo atravesó su mayor prueba, la cruz. Desde su arresto en el jardín de Getsemaní hasta que entregó su espíritu en la cruz, Jesús sufrió la tortura más cruel inventada por el hombre. El imperio Romano sabía cómo castigar el cuerpo de un hombre sin misericordia. Usaban un flagrum que tenía tres correas de cuero con dos pedazos de plomo alargado en las puntas. Las manos de la víctima eran atadas para que no se pudiera defender o proteger de las golpizas. Los soldados se aseguraban de que todo el cuerpo recibiera los latigazos hasta dejarlo completamente desfigurado y sangrado.

Pero los soldados no solo torturaron a Jesús físicamente, también le escupieron en la cara, lo chantajearon, y se rieron de Él. Le colocaron una corona de espinas, burlándose de Él para añadir tortura mental a la tortura física que estaba recibiendo. En todo este tiempo, la Escritura dice que Jesús no abrió su boca ni respondió a los que le estaban provocando.

¿Cómo pudo el Creador del mundo, el Rey del universo, el omnipotente y omnisciente Dios soportar tal escarnio? Encontramos la respuesta en Hebreos 12:2-3 que dice, “… por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios”. (NBLA)

Cristo soportó la cruz porque tenía Su mirada puesta en el gozo de volver a Su lugar en el cielo, sentado a la mano derecha del Padre quien le amaba tanto. Jesús dejó el cielo adonde había habitado desde la eternidad con el Padre para venir a la tierra en obediencia al Padre. Pero Él sabía que Su vida en la tierra era pasajera y que cuando hubiera completado Su misión, volvería a Su lugar, Su trono en el cielo. ¿Podemos nosotros tener la misma esperanza cuando estamos pasando por tribulaciones?

El apóstol Pablo nos exhorta a hacer precisamente esto. En 2 Corintios 4:17-18 leemos, “Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. (NBLA)

Pablo sufrió mucho por la causa de Cristo; tres veces fue azotado con varas; una vez apedreado; tres veces padeció naufragio, pasó por hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez. La mayoría de nosotros no hemos pasado por una fracción de lo que él padeció y nos encontramos tristes y deprimidos. La razón es que no tenemos la mirada en el lugar correcto. Pablo dice que debemos poner la vista en las cosas que no se ven porque son eternas mientras las cosas de la tierra son temporales.

¿Cuáles son las cosas eternas? Nuestro hogar en el cielo, la salud en el cielo que nunca se deteriora, estar en la misma presencia de Jesucristo y poder ver continuamente el rostro de nuestro Padre que tanto nos ama. Dios ha prometido todo esto y MUCHO más a Sus hijos, aquellos que Él ha adoptado y quienes son herederos de todas las riquezas en gloria.

¿Es usted un hijo de Dios? Todos somos criaturas de Dios, pero no todos somos Sus hijos. El Padre adopta a aquellos que vienen a Él arrepentidos, creen en Su Hijo, Jesucristo y lo reciben como Señor y Salvador. Dice el Señor Jesús en Juan 6:47, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera”. (NBLA)

En este mes que celebramos la pascua, escuchará mucho de la muerte de Jesús en la cruz. Recuerde que Él soportó la cruz porque sabía lo que venía después de la cruz. Si usted no tiene la seguridad de ir al cielo cuando muera, venga a Jesús. Él promete recibirle y adoptarlo como Su hijo.