Por: Dolly Martin
Aquellos que trabajan en cuidados paliativos han presenciado la muerte de muchos y conocen las señales de que alguien está en las etapas finales de su vida. La respiración es una de las cosas que cambia marcadamente en uno que está por pasar de este mundo al siguiente. El moribundo demuestra cambios en la respiración, pérdida de apetito y aumento del sueño. La respiración puede volverse superficial e irregular y la persona comenzará a hacer pausas más largas al respirar.
Un grito final
Al examinar los últimos momentos de la vida de Jesús cuando exhaló su último suspiro al morir en la cruz, vemos que su partida no siguió este patrón normal. Los cuatro evangelios registran su muerte en la cruz en detalle y tres de ellos escriben que Jesús gritó “a gran voz” justo antes de expirar. Mateo y Marcos dicen que nuestro Señor gritó dos veces, una de estas siendo unos minutos antes y la otra al momento de morir. Lucas añade lo que dijo Jesús en ese último grito. Leemos en Lucas 23:46, “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.
Jesús perdió mucha sangre por los azotes que recibió, uno antes de su juicio y otro después. Cada uno de ellos consistía en 39 latigazos. Perdió más sangre cuando le perforaron las manos y los pies mientras lo clavaban en la cruz en donde colgó desangrando por seis horas. Para cuando finalmente expiró estaba sumamente débil. ¿De dónde sacó las fuerzas para clamar a GRAN voz antes de morir?
Fenónmenos milagrosos
Inmediatamente después que Jesús entregó Su espíritu, hubo un terremoto que sacudió la tierra el cual provocó que las rocas se partieran y los sepulcros se abrieran. Es normal que rocas se partan durante un fuerte temblor, pero Mateo añade el detalle de que muchos muertos se levantaron de la tumba y se vieron caminando por las calles de Jerusalén.
El testimonio del centurión
Los soldados romanos ejecutaban personas todos los días y al igual que los enfermeros en cuidados paliativos, habían visto a cientos de estos morir. Conocían las señales de muerte y podían reconocer cuando alguien estaba a punto de morir. El centurión y sus compañeros que estaban al pie de la cruz no creían que Jesús era Dios hecho hombre. Ellos se habían burlado de Él, lo habían azotado y le habían puesto una corona de espinas riéndose de Su afirmación de ser divino.
Es notable entonces leer lo que este centurión dijo después de ver la manera inusual que Jesús murió. Leemos en Mateo 27:54, “El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente este era Hijo de Dios”.
El paso de fe
No sabemos si este soldado de alto rango terminó creyendo en el Señor Jesucristo como su Salvador. Algunos dicen que este es el mismo centurión del cual leemos en Hechos 10 que se convirtió por la predicación de Pedro, pero la escritura no dice que era el mismo hombre. Lo único que sabemos de este centurión es su declaración de que Jesús era el Hijo de Dios.
Creer que Jesús es Dios ciertamente es el primer paso hacia la salvación, pero la clave es recibirlo como Salvador personal. Uno tiene que admitir que es un pecador y que solo la sangre de Jesús derramada por él lo puede salvar. Al confesar esto, está descartando la posibilidad de ser salvo por sus buenas obras o mérito personal.
¿Ha tomado usted este paso de fe? El Hijo de Dios, Jesucristo, tomó su castigo y le invita a poner su fe en Él para recibir el perdón de pecados y la vida eterna. No se quede con solo creer que Jesús es Dios. Entregue su vida a Él y comenzará a gozar de la vida abundante que Él ha preparado para usted.